Especias: ¿amigas o enemigas del paladar?

    Cuando se habla de historia humana, el tema del hambre siempre ha estado presente. Este negocio de supermercados y heladeras llenas es algo del siglo XX en adelante, es decir, prácticamente “ayer” en la perspectiva de la época en que el ser humano habita el planeta Tierra. En este contexto, las poblaciones fueron aniquiladas por la falta de alimentos. Cuando la densidad de población se hizo demasiado alta, la falta de alimentos para alimentar a las familias controló el crecimiento de la población.


    El desarrollo de aderezos y otros condimentos que ayudan a mejorar el sabor de los alimentos nace precisamente en esta situación: hacer comestible lo que naturalmente tenía mal sabor, pero que era necesario para nuestra supervivencia. La popular sopa de piedra de la que quizás haya oído hablar es un ejemplo de cuán urgente es la necesidad de una persona para evitar morir de hambre. Después de la Revolución Industrial y, consecuentemente, del desarrollo de las técnicas agrícolas, la producción de alimentos se volvió abundante y la convivencia con el hambre aún existe, sin embargo, muchas menos personas (en porcentaje) viven con hambre hoy que en épocas pasadas.


    Especias: ¿amigas o enemigas del paladar?Con eso, las especias tuvieron otro papel en la humanidad, pasando de meros ayudantes a tolerar todo lo que pudiera servir de alimento a refinados acompañantes de las más variadas comidas. Todos sabemos que un condimento especial es importante desde el arroz y los frijoles en casa hasta el restaurante más caro de la ciudad. La pregunta es si el abuso de las especias trae beneficios o perjuicios para nuestra salud.

    La sal, la más básica de las especias, utilizada no solo para agudizar el sabor sino también para conservar los alimentos, es una gran enemiga de nuestra salud. El exceso de sodio, entre sus efectos nocivos, provoca un aumento de la presión. Campañas y leyes tratan de inhibir el uso de la sal en los alimentos, prohibiendo la colocación de saleros en las mesas de los restaurantes y otras medidas prohibitivas. Por supuesto, no te hace ningún bien, pero todo lo que se hace con moderación no crea problemas. Si no tienes presión arterial alta, solo controla tu consumo de sodio, después de todo, no solo está presente en la sal, sino en una serie de alimentos de los que muchas veces no tenemos idea. Por si acaso, conviene comprobar los ingredientes de los alimentos y, sobre todo, la cantidad de los mismos presentes en tu dieta diaria.



    • Texto escrito por Diego Rennan del Equipo Eu Sem Fronteiras.
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