Ayer, después del trabajo, llegué a casa, agotado física y psicológicamente (agotado es diferente a cansado, el agotamiento va ligado al desánimo y al deseo de aislamiento), mi cuerpo se sentía pesado y lento, en proceso de petrificación, agarrotado, mi cabeza quería entrar en un agujero oscuro y quedarse ahí por horas, la noche era lluvioso, como lo ha sido durante las últimas semanas. Todos los factores apuntaban y casi me ordenaban quedarme donde estaba, sentado en el sofá, sintiendo toda esa angustia y falta de coraje, viendo la lluvia correr por la ventana, esperando que termine otro día, haciendo exactamente lo que sería “lógico” hacer. Pragmático y aburrido.
Bajo las escaleras del quinto piso a la planta baja, mi lucha física ya está en marcha, pero con cada paso que avanzo, mi mente comienza su trabajo, me chantajea, me azota y me pregunta: “¿Por qué haces esto? Hace mal tiempo, has trabajado todo el día, ¡mereces estar en el sofá! La calle es súper peligrosa, te pueden asaltar, atropellar o, peor aún, volverá a llover y te caerá un rayo en la cabeza, España es el país donde más mueren los rayos, ¿sabes?”.
Finalmente llego a la puerta, empiezo el calentamiento, que es muy sencillo, respira y concéntrate, es como si le estuviera avisando a todo mi cuerpo: “Prepárate, vamos a correr en 3, 2, 1.. ¡Vamos!”. Los primeros pasos son como un reloj que pone en marcha su mecanismo, cada engranaje tiene un papel fundamental para que todo funcione de la forma más fluida posible, Constante “TIC-TAC”, en ese momento, mi mente ya muestra la primera franqueza, pero sigue jugando CONTRA, ella dice: “Está bien, ya que saliste de la casa, solo ve a esa esquina y regresa, ¡está bien! ¡Amigo, estás bien, no necesitas hacer esto, vuelve, vete! ¿Quieres probar qué? Xiii, empezó a llover, eh, ¡volvamos!”. Mientras ignoro estos impulsos y sus súplicas, mi cuerpo se balancea, comienza la liberación de endorfinas y el juego comienza a girar: “¡Guau, esto es increíble! ¡¿Vamos a correr un poco más rápido?! ¡Pisa ese charco de ahí, va a ser genial! Levanta los brazos, alinea ese torso, ¡estás bien! ¡Más rápido más rápido!"
Corro hacia la pista más cercana, ya me siento ligero, los pasos son naturales y a partir de ese momento tengo control sobre mi cuerpo y mente, a partir de ahí empiezo a disfrutar de la actividad que, después de un rato de práctica, se vuelve tan placentero como jugar videojuegos o comer pizza. Aprecio el paisaje y observo todo lo que sucede en la calle y a mi alrededor, en este momento de apreciación, me paso por otro corredor, dentro de mi comienza otra batalla: "¿Qué fue eso? ¿Este tipo nos pasó? ¿Vamos a dejarlo?" X “Está bien chicos, está bien, estamos regresando ahora, ¡déjenlo ir! El pie todavía no está al 100%, ¡esto no es para nosotros! El tipo es 'canela fina', ¡no tenemos chance!”. Todo esto en una fracción de segundo, elijo aceptar el reto y abrazar al chico, la persecución dura 2km, al terminar el “split”, saludo al chico, le agradezco por ser mi compañero y me dirijo a casa . El tipo hizo 4:30 por 1km, casi muero, pero valió la pena, fue una buena pelea!
En el camino a casa, corrí ligero y libre, Me gusta correr sin celular, sin música, sin dinero, sin nada, solo mis llaves. Y como había imaginado, en el camino de regreso, la lluvia caía sobre mí, una lluvia dura, fría y vigorizante. Llegué a la puerta de la casa, respiré hondo…
Toda nuestra vida, estamos sujetos a esta dualidad, que nos tira de un lado a otro, tratando de manipularnos para que hagamos lo que no siempre es lo mejor para ti, a veces, casi sabotaje, es como dos niños disputándose el mismo juguete. No sostengo ninguna verdad, pero digo, desde una experiencia profunda y sentida, que lo que podemos hacer es educar y disciplinar esta dualidad para que trabaje a tu favor, no en tu contra, energías dirigidas en la misma dirección.
También te pueden interesar otros artículos del autor: Ghost House, Ghost Mind