La especia de la comida minera

La casa debe estar diseñada para traerte momentos felices. ¡Invierte en la decoración! Lo que importa son las historias que te trae y no el valor monetario de las piezas que lo componen. Mira cada rincón con cuidado y respeto, tus objetos… Hay una historia que contar ahí. Cada decoración te recuerda algo, ya sea un objeto que hayas ganado de amigos, comprado por ti o traído de un viaje.

Así que siempre debes celebrar. ¿Que tal cena?



El plato a preparar tiene un aire más rústico, por lo que un ambiente más sencillo para la mesa sería perfecto.

Abro el cajón de los manteles individuales y saco un juego de telar que compré en uno de nuestros viajes. Es algo que me recuerda a mi infancia en Minas Gerais. Llevar buenos pensamientos a tus celebraciones es el secreto para que todo salga bien.

Todo pensado, clima preparado y será media luz. ¡La casa debe recibir esta energía! Trae el romanticismo. Somos dos y, mientras uno prepara la mesa, el otro puede adelantar el plato a servir. Entonces, ¿vamos a la preparación?

Colina baja:

A la hora de preparar una mesa, hay que armonizar la decoración con el plato. Por eso, la elección de piezas más artesanales. Después de todo, vamos a comer carne con la sazón de Minas.

Coloque el mantel individual cuidadosamente sobre la mesa. Nada de juegos, ¿eh?

Arréglalo con las manos, alinea los flecos, presta atención a ese momento.

En el centro del juego, coloca el plato; a la izquierda, los cubiertos, recordando que el cuchillo debe estar por dentro y el tenedor, por fuera. Equilibra, cuídalo con cariño, pon todo el amor en la preparación, inspírate en los colores, en la composición, dale respeto.



El otro plato hay que armarlo por igual, al fin y al cabo es una cena para dos. Y a quien amas.

Mira tu jardín, trae la emoción que obtienes al ver todo lo que te rodea. Si estás en un apartamento, mira tu rincón más caliente y recuerda cuánto te hace feliz. Transmite esa emoción en tu decoración.

¿Qué tal un arreglo floral? Incluso puede ser de plástico… Velas, vajillas, ¡no importa! Ahí tienes que expresar tu momento, puro sentimiento. Coloque las gafas a su derecha; recuerda: la huella es rústica, ¡así que equilibra la composición!

En esta opción, elegí una servilleta roja para componer con los manteles individuales.

¡Inspírate tú también! Incluso puede ser de papel, siempre y cuando hagas pliegues demostrando tu cariño a la hora de poner la mesa. Echa un último vistazo y, si es necesario, un pequeño ajuste. Allí todo se equilibra y el aroma de la cocina contagia el lugar. Disfruten este momento juntos.

Ansiosos y con miradas cariñosas, esperamos a que cocinen los platos, un brindis, mirarnos a los ojos, disfrutarnos.

Ingresos:

Cortar la carne descongelada en tiras. Trescientos gramos.

Reserva en un refractario y coloca la carne, los condimentos como la sal, el romero, la mostaza en polvo, el estragón y el colorante alimentario español. Recuerda: ¡pellizcar con cuidado! No olvides equilibrar con jugo de medio limón. Llevar la verdadera esencia de lo que es cocinar la comida, la alegría que trae a nuestros hogares.

En una cacerola mediana, caliente el aceite.

Al rato, agrega las tiras sazonadas y deja endulzar a fuego medio, siempre removiendo en el sentido de las manecillas del reloj. ¿Superstición o secreto de jefe?


Mientras se fríe la carne en el aceite, corta la cebolla por la mitad y pícala muy pequeña para el arroz.


Mientras tanto, miras la mesa preparada y ya puedes sentir el sabor de sentarte y degustar, además de una hermosa decoración, un plato armonioso que será la mejor cena romántica posible.

La especia de la comida minera

Vamos al arroz.

En una cacerola mediana, caliente el aceite. Fácil, como ya había hecho el mismo proceso para la carne. Luego agrega la cebolla picada y deja que se dore. Siempre pendiente de todo y dominando el espacio, coge dos dientes de ajo, pícalos muy pequeños y échalos junto con media cebolla, dejando sofreír unos 3 minutos y removiendo constantemente.

Cuando ese agradable olor a infancia, que te recuerda a la casa de tu abuela, aparece en tu memoria, es el momento de tirar el arroz. Dejamos sofreír y, no olvidemos, siempre removiendo otros 3 minutos y en el sentido de las agujas del reloj.

Poner 2 medidas de agua por cada taza de arroz, remover y agregar la sal. Aquí va un secreto: para este plato, la sal debe ser un poco más, porque vamos a colocar una cebolla entera en el centro de la sartén, cortada ligeramente en cuatro partes sin separarlas. Esto equilibrará el sabor de la sal, ya que la cebolla dulce sazona y le da el sabor.

Volvamos a la carne.

Baja el fuego y añade unos 30 ml —es decir, un “cadin”— de agua… ¡Vaya, mineirice! Si necesita ablandar la carne, déjela secar con la sartén destapada.

Reserva la carne en otro recipiente y echa en la sartén una cebolla entera cortada en rodajas. Dale forma y color a tu plato.


Vuelva a encender el fuego y agregue 1 cucharada de mantequilla salada.

¡Olí esa mantequilla como cuando mi mamá la hacía!

¡Mmm! ¡El protagonista de la escena ha llegado! ¿Volvemos a la decoración? Aquí trabajáis juntos. Coloque el arroz en el plato, separe las partes de la cebolla que coció con el arroz.


Con los trozos ya separados, coloca una o dos partes de esta cebolla en el plato. 

Querrás ponerte los cuatro para ti… Ups, es romántico, ¡no lo olvides! Ten mucho cuidado, verás que la cebolla está delicada.

A continuación, colocar la carne y, encima, la cebolla que se ha salteado.  

Une tu energía y transforma este momento en la cena más perfecta que se haya ofrecido hasta la fecha. Date cuenta de lo agradable que fue armar esta decoración de mesa. Haz esto siempre, no importa el evento o el plato, cuídalo con mucho mimo y atención a cada detalle. El secreto aquí es hacer siempre grandes las pequeñas cosas. Nunca lo dejes para mañana y haz de cada día tu día más especial. Celebra siempre.

¡Un brindis y buen provecho!

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