Esta vida a bordo me va a matar

    La alusión a los pretextos del alcance funciona como un gas tóxico para la maquinaria del cuerpo. Las disoluciones tienden a invalidar la ociosidad, la resiliencia, la paz y la ruptura entre el ser y el tener. Todas las metáforas contemporáneas giran en torno a una metamorfosis dirigida hacia el anhelo, hacia el despertenecer al querer tener lo que te pertenece. Esta vida que se acomoda en el desarraigo enloquece. No hay aceptación.

    Adoptamos, por regla general, la ilusión homeopática de una identidad que, de hecho, es fluida. Espero, es verdad, por la libertad de las masas, regocijándose en el beneficio mutuo y en el intercambio sincero de todo lo que pueda sumar. La vida, sin embargo, me parece sanguinaria pues infiere una antropofagia al revés. objetivado. Perdimos la herencia tupí para asociarnos a las posturas parasitarias de quienes no saben pensar sin tener como primera perspectiva sus propias vicisitudes. Un amor a sí mismo que se convirtió en amor propio y que desintegró algunos sentidos del ser. Para Rousseau, cualquier medida es una lente externa. Cualquier malentendido se sustenta en la soberanía de tener lo que uno se parece y luego, y solo tal vez, ser algo parecido.



    Esta vida a bordo me va a matar

    Todos los dolores convalecen una existencia juramentada a muerte. La vida brilla con dolor cuando haces tacto, tiemblas. Las sensaciones reverberadas por la efervescencia de una angustia afirmada por la prisa son prueba de que algo no anda bien. Combatir el sistema sin tener cuidado de no reproducirlo en el combate. Así que levantando las banderas equivocadas por las causas correctas. Señalando así la prepotencia del juicio de valor sobre las certezas. ¿Qué está mal de todos modos?

    En estas pretenciosas anclas de dudosos propósitos, perdemos el límite del presente a la proyección necesariamente interminable de un destino desconocido, pero que se ha convertido en la religión primordial de los negocios. Vivo, como todos, a bordo de un viaje vital cuyo desenlace en el mar parece análogo a la estúpida actitud de saciar la sed con agua salada. Buscamos el infinito como un escape del fin preciso que la vida forma con cada nuevo nacimiento. Tenemos un plazo, pero eso nadie lo entiende.



    Los vacíos esclarecidos por la falta de respuesta emanan de la sabiduría universal, la misma cristalizada por el diluvio de la espera. Hoy no hay espera. Hoy hay un objeto de búsqueda, preferiblemente dividido por los nuevos objetivos agregados. La existencia se ha convertido en una conjunción perdida de verdades mal entendidas. La teorización inversa de los principios tiende a ser la mentira enyesada de una convicción que se traga la indigestión del resto. Somos excelentes teóricos de una metástasis sin sentido. Después de todo, no te das cuenta de que navegar en este barco es una ilusión de llegada. El mar nos tiene a nosotros, no al revés.



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