Y Dios creó todo, incluso el ser humano, y lo colocó en un jardín maravilloso. Por supuesto, Dios en su infinita sabiduría dio órdenes a los seres humanos, porque sabía muy bien lo que había creado.
Voy a recordar un poco de la historia del primer jardín.
Después de que Dios ya había creado todo, creó al hombre y a la mujer y los colocó en un jardín, entonces Dios les dio permiso para cuidar el jardín, viviendo plenamente allí. Porque todo lo que Dios había creado era bueno.
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Había muchos árboles en aquel jardín, y de los árboles frutales, o mejor dicho, de los miles de árboles que había en aquel jardín, sólo había uno cuyo fruto no podían comer. Tenían la libertad de comer del fruto de muchos árboles, pero que especialmente del fruto prohibido (del conocimiento del bien y del mal) no debían comer, porque si lo hacían, habría una transformación muy grande en sus vidas (se morir).
Entonces un buen día cayeron en tentación y comieron del fruto. A partir de ese momento todo cambió, terminó la perfección y se dieron cuenta de que habían hecho mal.
Esto es lo que sucede con la historia de la humanidad. Vive transgrediendo, rechazando lo que es bueno, manteniéndose así fuera de la presencia de Dios por libre elección.
¡La tierra es un jardín maravilloso! Deténgase y piense… Si no hubiera seres humanos aquí, ¿cómo sería? ¡Sería perfecto! Debido a que todas las demás formas de vida aquí vivirían en armonía, ciertamente no destruirían el planeta, como lo estamos haciendo nosotros.
Pero, como dije, Dios creó al ser humano, solo que lamentablemente el ser humano tiene una manía de autoabastecerse.
Si queremos días mejores en todos los sentidos de nuestra vida, debemos dejar que Dios nos trate, porque su proyecto es de vida plena para toda la humanidad.
