Al disfrutar de un refresco o un dulce, al recoger flores o cultivar una huerta o incluso al caminar por la calle, es posible encontrar abejas. Aunque hay miles de especies, las más comunes en España son las africanas. Son esos insectos con rayas amarillas y negras, con aguijón y alas. Aunque provocan miedo y alergia en algunas personas, las abejas son las encargadas de polinizar la flora de todo el mundo.
El proceso de polinización es la forma de obtener alimento para las abejas, pero para los ecosistemas representa mucho más que eso. Es el polen de las flores, frutas, granos y vegetales lo que permite que las plantas se reproduzcan. Las abejas realizan la dispersión de las partículas reproductivas y son capaces de renovar el ciclo de las grandes plantaciones.
Sin la acción de las abejas, la reproducción del 80% de la flora estaría comprometida. Como son las plantas que sirven de alimento a las personas y los animales, con el tiempo ambas se extinguirían. Esta preocupación comenzó a desarrollarse cuando los científicos y biólogos identificaron que las abejas están en grave riesgo de extinción.
Los motivos de la desaparición de las abejas son el uso cada vez mayor de pesticidas y plaguicidas en los cultivos, nocivos para estos insectos, y la forma de crear los colmenares. Según determina la ciencia, los centros de cría de abejas deben tener una distancia de 800 metros entre cada especie. Sin embargo, esta regla no se pone en práctica. Un ejemplo de ello es la actuación de España en relación con las abejas que crían. Los apicultores españoles han llevado colmenas con abejas a los bosques que bordean Portugal. Así, las especies creadas por los apicultores portugueses compiten con las creadas por los españoles, dificultando el control y desarrollo de la producción.
Además de intoxicarse con químicos liberados en los cultivos, las abejas compiten entre sí por ser de diferentes colmenas y especies. La polinización se ve perjudicada y, en consecuencia, no se produce el proceso reproductivo de la flora. Por otro lado, algunas naciones del mundo están dispuestas a detener este ciclo de extinción.
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Francia fue el primer país en prohibir cinco pesticidas, llamados neonicotinoides, que causan la muerte de las abejas. En Londres, Inglaterra, se creará un corredor de flores de once kilómetros de largo, para que las abejas puedan poner en práctica la actividad que siempre han realizado.
Estas iniciativas pueden revertir el escenario de extinción de las abejas, pero aún se necesitan otros esfuerzos para resolver este problema. El compromiso internacional con esta causa es necesario para que la producción de alimentos en todo el mundo no tenga que depender de un laboratorio. Salvar a las abejas es la única perspectiva para que la comida del mundo se base en los productos que proporciona la tierra.
