Tienes que aprender a tener fe.

    Durante tantos siglos, hemos escuchado la palabra fe tratada con enorme reverencia, pero ¿sabemos el verdadero significado de esta palabra?

    Lo curioso es que la fe ha llegado a tener un significado muy cercano a la esperanza, es decir, tener fe en algo significa creer que lo mejor está en el futuro, para que podamos soportar las incomodidades de la existencia, por lo tanto, tener fe se ha convertido en un actitud de negación de la realidad, porque negamos el presente cuando decidimos no aceptarlo y nos refugiamos en un mundo ideal, que no existe, que es totalmente ilusorio. En busca de un sentido a la existencia, abandonamos el cuerpo y aceptamos el flagelo.



    ¿A nadie se le ha pasado por la cabeza que no habrá días mejores? ¿Que el futuro no existe y nunca existirá? ¿Que lo que está pasando aquí y ahora es lo mejor, y que no será negando la realidad y refugiándonos en idealizaciones que aprenderemos las lecciones que la vida intenta enseñarnos?

    La fe no es creer que todo saldrá bien, la verdadera fe es saber que todo ya esta bien y este es el gran salto de entendimiento que la humanidad necesita dar.

    Necesitamos poner nuestra fe donde nunca debería haberla dejado: en el presente. Para eso, necesita estar más cerca de la comprensión, la tolerancia y la aceptación. No podemos actuar como bebés, acariciando la cuchara que quiere alimentarnos.

    Es hora de que el hombre comprenda que todo lo que le afecta es por su propio bien, esto es confianza, esto es fe, no importa la magnitud del problema, aunque se juzgue un miserable y se sienta agraviado, cuando llega a un punto mayor discernimiento, te darás cuenta de que la mejor manera de relacionarte con todo esto es dar gracias.



    ¿Gracias a quién? Agradecer a las fuerzas que actúan a favor de su despertar y estas fuerzas están dentro de él, es decir, agradecerse a sí mismo, porque este será el único Dios que conocerá.

    Tienes que aprender a tener fe.

    Por supuesto, para la gran mayoría, todo este discurso será tratado como una tontería, porque nadie quiere sufrir y pocos renunciarán a sus creencias, pero detente y piensa, ¿alguna vez te has preguntado por qué sufres? ¿Alguna vez has tratado de entender por qué Jesús dijo: “Bienaventurados los que sufren”? ¿Qué dicha es esta?

    Es simple, el sufrimiento tiene un solo objetivo: trabajar por nuestro despertar. Estamos dormidos, viviendo en la isla de los lotófagos, creyendo en las ilusiones de Maya, por eso sufrimos.

    Sí amigo mío, necesitas despertar, ajustarte al Universo, necesitas seguir sus Leyes, obedecer los imperativos de la evolución y cuando estas fuerzas encuentren resistencia en ti, responderán con sufrimiento. El mismo sufrimiento que os abate ahora y os hace esconder en el futuro a través de una fe irracional, es el que os transformará.

    Es hora de que nos estudiemos profundamente, habla con tu propio dolor, aprende a respetarla, porque es nuestra mayor aliada. El hombre crece y madura con el sufrimiento, porque no hay conciencia que no evolucione sin él.

    Si eliminamos este sentido distorsionado de la fe en la actualidad, estaremos implosionando la gran mayoría de las religiones, ya que se alimentan de nuestra ignorancia y necesitan esta devoción.

    El hombre necesita afrontar la vida, comprender el dolor y dejar de huir de la realidad.

    Buda ya enseñó que la primera noble verdad de la existencia es el sufrimiento.

    La segunda noble verdad es que el sufrimiento tiene una causa y la causa del sufrimiento es la ignorancia.



    Los grandes iluminados ya han enseñado esto, ¿por qué insistimos en no aceptarlo?

    Buscar el placer para aliviar el dolor no es la solución, porque la misma mano que acaricia es la que apedrea.

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