¡Se necesita un cambio! Más que nunca estamos escuchando esta frase y viviendo en un tiempo que nos pide cambiar. Pero, ¿qué puede significar el cambio? ¡¿Qué significa esa palabra cuando la convertimos en un acto?!
En una búsqueda rápida en Google, encontramos como significados de cambio: cambio de un lugar a otro, transformación resultante de ciertos fenómenos y modificación del estado de algo. Estos tres significados expresan mucho de lo que pretendo transmitir con este texto.
Y empecemos por preguntarnos qué lugar ocupamos en las relaciones que vivimos con otras personas, ¿somos nosotros los que juzgamos? ¿La que hace todo por el otro y se olvida de sà misma? ¿O el que lo sabe todo y tiene todas las soluciones a los problemas de los demás? ¿Somos los más sufridos y los que más problemas tenemos en la vida? ¿O el que siempre está bien, feliz y nos quita lo que nos pasa? ¿Quiénes somos cuando nos relacionamos con otras personas? Cuando nos hacemos esta pregunta, podemos vislumbrar brevemente el lugar que ocupamos en la cotidianidad de las relaciones que vivimos.
Cuando nos observamos con valentÃa, descubrimos cosas importantes de nosotros mismos, nos sorprenden sentimientos y acciones que pasan desapercibidos en el ajetreo del dÃa a dÃa y, ante estos descubrimientos, nos toca elegir entre dejar de mirar y siguiendo desde el mismo lugar que siempre ocupamos o abriendo bien los ojos y ver, cuestionar, acoger y luego transformar. ¡transfórmanos!
¡Pero transformarse no es fácil, no es rápido y requiere mucho trabajo! ¿Y por qué es tan difÃcil de transformar?
Por algunas razones que son comunes a todos, como la cultura en la que vivimos e interiorizamos desde que nacimos con normas, dogmas y exigencias que guÃan nuestro actuar. Y otras más singulares como nuestra red familiar con sus propias creencias, historias, traumas, telarañas y repeticiones que muchas veces nos guÃan inconscientemente.
El cambio también es difÃcil porque estamos acostumbrados a vivir a cierto ritmo, con ciertas expectativas, en cierto ambiente, en fin, vivimos en una plaza en la que todo tiene su forma de funcionar y nada puede salir de ese modo. -operando.
El cambio es difÃcil, porque nos acostumbramos a responder a las demandas de los demás, a sentir lo que esperan que sintamos, a decir lo que esperan escuchar, a ir a los lugares que todos frecuentan, a escuchar y leer lo que aparece en las listas de los más vendidos. Nos acostumbramos a silenciar nuestras emociones, nuestros deseos y nuestro propio ritmo y nos volvemos extraños en nosotros mismos.
Por estas razones que he descrito y muchas otras propias de cada uno de nosotros, hemos llegado a creer que respondiendo desde lo que imaginamos que los demás quieren, seremos felices, plenos y pertenecientes. ¡Solo que no! En cambio, estamos cada vez más solos, más enfermos social, fÃsica, emocional y mentalmente.
Pero es curioso que, aun ante tanto sufrimiento, el cambio sea algo que no forma parte de nuestros planes y proyectos, ¿por qué? Además de todo lo que mencioné anteriormente, existe la ilusión de que tenemos el control, que sabemos qué hacer y qué sucederá en nuestros dÃas. Hay cierta previsibilidad en las acciones y reacciones de familiares, jefes, amigos y compañeros de trabajo y esto nos da una sensación de seguridad, de caminar en un terreno familiar. Y cuando pensamos en cambiar algo, por pequeño que sea el cambio, afecta estas relaciones, quita esta previsibilidad porque estaremos actuando de otra manera y en consecuencia esto llevará a un cambio en las acciones del otro. ¿Cómo vamos a lidiar con lo que no sabemos, a lo que no estamos acostumbrados?
¡La ilusión de control nos impide cambiar! Pero el control es una ilusión y la muerte es uno de los eventos que nos recuerda eso, la maternidad también, y si buscamos en la memoria encontraremos varios hechos cotidianos que nos lo demuestran. Accidentes de tráfico, lluvia que sale de la nada, gente que llega tarde, una reunión aplazada, en fin, si nos damos cuenta, pasan muchas cosas todos los dÃas para demostrarnos que NO TENEMOS CONTROL.
Cambiar, transformar, modificar exige movimiento y confianza en lo desconocido. Confianza en lo que uno es precisamente cuando vivimos tan lejos de nosotros mismos. Confianza en nuestra capacidad de responder desde otro lado y sentirnos bien.
Cambiar, transformar, modificar requiere coraje para mirarnos a nosotros mismos y reconocer lo que nos agrada, nos alegra, nos entristece, nos aleja de nuestro ser. Es dejar a un lado la playlist que escuchamos y escuchar nuevos sonidos, abrirnos a nuevas letras y ritmos. Es mirar la estanterÃa y darse cuenta de qué libros hay, cuáles aún no se han leÃdo y preguntarse por qué los compraste y no los leÃste. Tal vez, esto te habla de compras impulsivas o compras internas, impulsadas por algo que te es familiar y precisamente por eso se quedó ahà en la estanterÃa – lee estos libros, abre tu horizonte literario y no tengas miedo de caer amor con cosas nuevas.
Cambiar, transformar y modificar exige fuerza para nadar contra la corriente conocida y superar el oleaje. Y para que esta fuerza tenga sustento es necesario tener fe en el misterio que es la vida, es necesario saber y sentir que hay algo imponderable e invisible que nos guÃa y que guÃa a todo el universo en que vivimos. Es necesario zambullirse en el océano con toda nuestra sombra y luz para que podamos conocernos como buena compañÃa de nosotros mismos. A partir de esta inmersión será posible caminar a nuestro ritmo y percibir de vez en cuando las invitaciones que recibimos de la vida para adentrarnos en nuevas calles, conocer nuevas personas y asà transformar nuestros cambios en algo más ligero, continuo y amoroso.
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Cambia, cuÃdate, descúbrete y sobre todo enamórate de ti mismo, porque entonces será posible transformar esa pasión en amor y ese amor por ti mismo en amor por toda la humanidad. Entonces el mayor sentido de pertenencia cuidará de ti, cuidarás del planeta y tantos otros cambios en tu estilo de vida fluirán con naturalidad.
¡Muévete y cuÃdate!