No son pocos los poetas que murieron sin siquiera publicar un poema e investigadores y científicos con inventos revolucionarios, tal vez incluso con soluciones para curar los males del mundo. Muchos se fueron sin siquiera darle a la sociedad la oportunidad de conocerlos. Esto también sucedió con los líderes potenciales, los filósofos, los técnicos, en fin, una serie de aportes que quedaron solo en la mente de su creador o fueron compartidos con otros que no tenían interés ni conocimiento de la importancia del aporte.
Conocí gente que murió esperando una oportunidad, quejándose de su falta de suerte, gente que hoy (sobre)vive esperando, esperando y esperando.
El caso es que quien espera demasiado no lo consigue. Esto, sin embargo, no es una invitación a salir a disfrutar de la vida como si no hubiera un mañana, sino a que sepamos actuar en el momento adecuado.
Observa la naturaleza. Todo tiene su tiempo de desarrollo correcto. Los árboles crecen a partir de una semilla, se transforman, ganan tamaño y luego producen su fruto. Ah, sus frutos. Los frutos tienen su tiempo de maduración y luego pueden tener dos destinos: ser cosechados y ser útiles, ya sea en la elaboración de diversos productos, alimentos, cosméticos, o se pudre y cae de estar tan maduro estando aún en el árbol. .
Cuando miramos ejemplos como este, dice mucho sobre nuestra vida y lo que debemos hacer con ella. ¡Que esperemos el tiempo justo para que nuestras ideas maduren y que nuestras ideas y proyectos tengan una conclusión tan agradable como el comienzo de su inspiración!
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Sólo depende de nosotros llevar a cabo nuestras ideas y planes y aprovechar lo que nos ofrece este Universo divino. Así que adelante, mantente a pie, en la fe, como puedas, pero rehúsate a pudrirte sobre tus pies.
Como decía Geraldo Vandré: “Quien sabe, hace el tiempo, no espera a que pase”. Seamos y hagamos que suceda. Esa es mi propuesta.
