Navidad, un día muy especial

    ¡Ay, qué rápido pasa el tiempo! Otro año llega a su fin, pero justo antes de que termine, todos se involucran en una fiesta que podría ser muy especial.

    Muchos me preguntan: “¿cómo puede 'ser tan especial'?”. Y en ese momento empiezo a recordar las navidades de mi niñez y adolescencia, el día en que también celebramos el cumpleaños de alguien muy especial: mi mamá, Natalina Genny. La familia siempre unida, mucha alegría y mucha comida. Una familia de madres y tías artistas que tantas veces hacían los regalos, aplicándoles no solo los bordados y pinturas, sino todo el amor y cariño que sentían por nosotros. Todo este talento fue enseñado a las hijas, continuando así la tradición del trabajo manual que hoy adorna puertas, árboles y hogares de tantas personas.



    Sin embargo, una cosa me impresionó más que nada. El día 25 diciembre no era solo el cumpleaños de mi madre, sino el cumpleaños de alguien que representaba el mayor ejemplo de amor y moral en la Tierra. El 25 también se celebra el nacimiento de Jesús. Su cumpleaños siempre fue recordado en nuestra familia y ofrecimos como regalo lo que él nos enseñó: “Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti”. Entonces, con el mismo amor que preparábamos nuestras cosas, también nos preparábamos para los que no tenían familia, que no tenían comida y, junto con el material, nos llevamos nuestro abrazo y nuestro amor.

    Hoy veo a muchas personas molestas en ese momento porque gastan mucho o porque no tienen para gastar. Veo a mucha gente preocupada por el presente que necesitan complacer. Veo a mucha gente enfadada porque tiene que quedarse con esta o aquella familia y también veo gente muy triste porque no tiene una familia con la que quedarse. Y por eso creo que la fiesta podría ser tan bonita. Para algunos lo es, pero otros siguen buscando el significado de la Navidad.



    Navidad, un día muy especial

    En ese momento reflexiono sobre cuál sería el verdadero espíritu de la Navidad y recuerdo el poema escrito por mi padre, Wanderley Racy, llamado “Old Christmases”. El poema dice así:

    “Hoy decidí abrir de par en par todas las puertas, cortinas y ventanas de la memoria de mi corazón.

    Me bañé en la luz del sol de mis polvorientos recuerdos.

    Golpeo con el viento de los recuerdos cada uno de los fríos rincones del pasado, donde se amontonan los días vividos.

    Barrí el piso pisoteado de las desilusiones e hice brotar el agua clara de mis canciones.

    Desde lo más profundo, desde lo más profundo de la memoria, creció el más puro de los recuerdos.

    La de las Navidades que iban y venían sin regalos, pero que se quedaban con el calor sublime de la fraternidad cristiana entre hombres que se amaban en el respeto mutuo de sus diferencias, para mayor gloria del ejemplo de Dios-hijo.

    Y mi antigua casa de repente se llenó de luz…”

    Con él cierro este artículo deseándoles a todos una feliz Navidad, en el sentido más puro. ¡Que miremos a un lado y veamos en el próximo a un hermano, ejerciendo en nosotros el verdadero espíritu navideño!



    La Navidad es, ante todo, comunión con lo divino!

    Un abrazo fraterno a todos los que me acompañaron este año.

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