Ego, mejor no tenerlo. Pero si no lo tenemos, ¿cómo lo sabemos?

    La carta del Tarot del Ermitaño nos muestra lo que Freud nos venía enseñando desde hace años. El equilibrio del Ego en valores internos con el mundo externo.

    Imagínese que en 1923, el psiquiatra austriaco Sigmund Freud (1856-1939), ya “instigaba” al mundo con sus obras y estudios, mostrando al público en la década de 20, donde el pensamiento común estaba en la sociedad y en los descubrimientos; fue en la dirección opuesta de pensar el mundo externo, con sus teorías y su clásico “yo y el ello”.



    Ciertamente Freud, en su avanzada inteligencia, ya mostraba que la salida y la solución estaban dentro, es decir, dentro de cada uno de nosotros; no depende de lo externo, de la sociedad y de las ocasiones del mundo. Esto depende de nuestro Ego (el vínculo entre nuestros impulsos, la sociedad y el educador).

    No se puede hablar del yo sin hablar de Freud, ya que el yo forma parte del núcleo de la personalidad de cada individuo, personalidad que está formada por tres competencias internas del ser humano: el ello, el yo y el superyó. es decir, son simultáneamente conducidos por el ello, por impulsos o tendencias; el superyó por los valores de la educación familiar y social; y el ego es exactamente esa conexión, ese flujo, ese “juego de salto” entre el ello y el superyó.

    Ese amigo, o enemigo interior, el ego, es libre, es ligero, es pesado, es punitivo, está sobrevalorado, es todo a la vez, ya sea para nuestro bien o para nuestra autodestrucción.

    Debido a la libertad del ego, éste convive muy bien tanto en nuestro exterior como en nuestro interior. Proviene del ello, del impulso, y busca la armonía con el superyó, que proviene de un pensamiento y sentimiento muy moralista y ético. Este amigo interno, el Ego, respeta y protege la ética, la moral, el sentido común, el discernimiento, el equilibrio interno y externo del ser humano.



    Ego, mejor no tenerlo. Pero si no lo tenemos, ¿cómo lo sabemos?
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    También ayuda a cuidar nuestra salud mental, siempre y cuando esté en equilibrio, de lo contrario destruye a su dueño, es decir, a nuestro ser interior. Destruye con la crítica, con la severidad, con el autocastigo, con el autosabotaje, y entonces no es nada sano. O, también, al contrario, con la autovaloración, el autoelogio, el autoprestigio, etc. Las dos formas de interpretación egoica, tanto en la devaluación como en la valorización, no son normales y mucho menos sanas, ambas muestran desequilibrio interno. El camino del medio es siempre el sano.

    Al transitar en el mundo externo, la sociedad y los valores, y al transitar en el mundo interno, el yo y los valores, el ego termina siendo tanto positivo como negativo. Es más, dentro de cada uno provoca inmensas catástrofes internas, con autocrítica, autojuicio, autocastigo, autovaloración, traumas, bloqueos, miedos, coraje, fortalezas y debilidades.

    Y sí, necesitamos estar en equilibrio con nuestro amigo Ego.

    Ante la duda de mantener el equilibrio del Ego (impulso, sociedad y educador), date cuenta que todo lo que te ofende viene del ego, o del yo inferior, y no es tu Yo real y verdadero. Y si ofendiste a alguien, también respetas el Ego del otro (impulso, sociedad y educador), es hora de revisar la situación y frenar ciertas actitudes, pensamientos y sentimientos. Esta es una buena brújula para dejar que la espiritualidad funcione y la vida fluya. La espiritualidad habla el lenguaje del bien universal con armonía. Sin dramas y sin juicios, solo respétate y respétate a ti mismo. Sea feliz. Evita las mascarillas, sé tú.

    Tu mejor siempre está presente en cada momento, incluso cuando no lo sabes. Todo es experiencia de vida.

    Ahora que hemos visto un poco de psicoanálisis y valores egocéntricos tanto en lo positivo como en lo negativo, pasemos a la espiritualidad. Y así unimos lo físico con lo espiritual y nos ayudamos a tener el equilibrio, tan necesario para la salud física, espiritual, mental, sentimental, social, familiar y moral. Mucho para mantener la armonía, ¿no crees? Pero es posible.



    Aquí vamos a hablar de espiritualidad con el arquetipo del Tarot, un buen ejemplo para entender nuestro yo interior en equilibrio o nuestro ego en armonía. En el juego de cartas del Tarot, aliado al momento presente de cada individuo, tenemos un amigo increíble, el Ermitaño, el noveno arcano mayor del tarot, quien nos demuestra que la verdad está dentro de cada uno, con nuestros principios y valores más íntimos, tal como nos lo mostró Freud en sus teorías, desde los años 20, con las interconexiones, ello, yo y superyó, es decir, las pulsiones, la sociedad y la familia.

    El Ermitaño nos muestra que el ego equilibrado, el sentido común, viene de nuestro corazón, de nuestra sabiduría interior, de nuestra alma. Esto ya ha sido traído de otras vidas, de otras épocas, de percepciones internas conscientes e inconscientes, de la familia, de la sociedad y de las experiencias que tiene cada ser humano, y cuando hay demasiado en su yo externo, o yo en el del otro lado, termina, varias veces, olvidándose de tu Ermitaño, tu ego positivo, tu Yo interior.

    El sabio señor Ermitaño nos lo muestra en su figura, la linterna, donde nos dice: “Ilumino mi camino”.

    Tu bastón representa la sabiduría, la autoridad que llevamos dentro de nosotros mismos, nuestro libre albedrío, nuestras elecciones, y en consecuencia damos libertad al otro para que también elija sus caminos. Los ermitaños son conocidos por aislarse y vivir solos, por salirse de la sociedad y encerrarse en su mundo, en busca de respuestas y comprensión superiores. No necesitamos salir de la sociedad, porque tampoco es saludable, pero sí necesitamos tener momentos de soledad, solo con nosotros mismos, para entendernos y fortalecernos.

    La espiritualidad aliada al ego nos trae equilibrio de valores y principios. Y así la vida fluye, camina, camina, avanza. Y todo cambia, no porque el mundo haya cambiado, sino porque nuestro interior, nuestra forma de sentir, entender y actuar, ha cambiado. Ahí es cuando el amor propio habla más fuerte.



    Ego, mejor no tenerlo. Pero si no lo tenemos, ¿cómo lo sabemos?
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    Esto es sabiduría, es la importancia que le da al individuo el arquetipo del Ermitaño, o el ego equilibrado, de mirar hacia dentro, de reconocerse, de conocerse, de conocer sus talentos, sus virtudes, cualidades, sus defectos, sus deseos y deseos Conoce tus sueños y tus realidades y déjalo fluir con tu autoconocimiento y conciencia de tu ego equilibrado y espiritualidad en armonía.

    De esta forma, con mucha autoridad y voluntad interna, las conductas y acciones se vuelven más certeras, más objetivas, con eso, el simple sí se convierte en sí; y el no se convierte en no, es decir, la duda se hace menor y la certeza mayor.

    Esta certeza es lo que llamamos fe, confianza, fuerza interior, no por la fuerza física, sino por la fuerza espiritual y moral equilibrada con la espiritualidad y la materia, es el famoso discernimiento.

    Es cuando sabemos que tenemos y que existe esta fuerza, esta voluntad mayor, mucho mejor, que nuestra propia voluntad.

    La oración que Jesús nos enseñó ya dice: “Hágase tu voluntad… en la tierra como en el cielo”.

    La voluntad de Dios, de la fuerza mayor, del poder del espíritu, de la luz.

    Ahora se percibe que el Ego se equilibra frente a la espiritualidad, porque la energía del bien se vuelve buena para todos, uno reconoce los errores de los demás, pero no juzga, reconoce los propios errores y no se hace víctima ni del sufrimiento, porque deja que solo prevalezca el bien, y hay paz, alegría, armonía, respeto, comprensión, salud, vida.

    Una buena frase de meditación es: “La armonía de mi ser es mi mayor protección”.

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    Esta frase usada en una o varias veces de meditación, muy cierta, muy profunda y real, solo tú contigo, bien entendida, detiene pensamientos y sentimientos confusos y aclara situaciones para que la vida camine y fluya. Siente esta frase, en lo profundo de tu alma y en tu corazón.

    PD El título de este artículo es un homenaje al Poema Enjoadinho de Vinicius de Moraes, en el cual todos los derechos y créditos del poema original están reservados y protegidos.

    Con gran respeto. Tuyo sinceramente.

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