Las fotografías me hacen sonreír, incluso fotografiar personas me hace sonreír. El otro día, mi madre dijo que cuando estoy con la cámara para fotografiar a alguien, sonrío, como si yo también fuera a ser fotografiada. Es la alegría de registrar un momento lo que me da este encanto.
La sonrisa nos identifica, por el placer de hacer lo que nos gusta, por las bendiciones que conquistamos. Una risa feliz a veces puede ser "contagiosa". Me gusta amanecer y vestir mi alma de alegría, estampando en mi rostro expresiones que embriagan… la sonrisa que calma… ilumina… contagiando la ligereza de mi ser.
Me gustan las sonrisas amplias, las risas que nos alegran los ojos, que expresan la alegría de vivir… esas risas espontáneas, de reírse de uno mismo, “de las historias que cuenta mi cuñada” que “me mueren de la risa…”, y ahora más de las risas sueltas… sin dientes, con las que estoy viviendo!
Es tan fascinante cuando la sencillez nos contagia la alegría de la risa. Esta alegría, expresada en la risa de un niño, nos lleva al florecimiento de sus primeras expresiones que marcarán para siempre su rostro relajado y alegre, su amabilidad, su alegría. “Sonrisa floja”, como me dijo una amiga, cuando vio la primera foto con la sonrisa de mi nieto Zion.
Esta es la sonrisa más hermosa de todos mis días actuales. Lo fotografío sonriendo. La risa suelta desdentada de la abuela, una sonrisa realmente suelta, de esas que te abren la boca y sueltan la risa de esa cosa bonita que también te hace reír. Sonrisa de quien vive en sueños, sin sinfonía ni sonidos esperados, pero especial y encantada que transmite todo lo que significa para ti!
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Una sonrisa de alma ligera, relajada, expresión de la mayor ternura de felicidad y encantos que ya brotan de vuestro pequeño Ser.
¡Sonríe como un pájaro libre, en este mundo de arcoíris!
Motivo de mi sonrisa!
¡Mi razón para vivir!
