En estos días, vagando por las redes sociales, vi una publicación muy simple que traía un pequeño diálogo entre madre e hijo: “Madre, ¿qué es mi-mi-mi?” A lo que la madre, sabia y objetivamente, responde: “Mi-mi-mi es el dolor que no nos duele”. Me encontré pensativo frente a esta publicación, dejando la pregunta del niño resonando en mi mente. “¿Qué es mi-mi-mi de todos modos?”, me pregunté. Y tal fue mi sorpresa, cuando me di cuenta de que el “mi-mi-mi”, no la palabra en sí, sino el concepto, ha estado presente en nuestra historia durante mucho tiempo. Y me gustaría pedir su permiso para contarles un poco sobre esta historia.
Bueno, cuando los navegantes portugueses llegaron a Pindorama, aquí se hablaba un promedio de 1.300 lenguas indígenas diferentes.
Aquí necesito hacer un paréntesis solo para decirles que Pindorama –término que puede traducirse como “tierra de palmeras”– fue el nombre con el que los habitantes de la región “descubrieron” por Cabral (1467-1520) y sus la flota lo designó. En el imaginario de los pueblos tupí-guaraníes, Pindorama era una tierra libre de todo mal, un mito supuestamente creado cuando estos pueblos indígenas emigraron a la costa española.
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Así, podemos decir que Pindorama fue el nombre con el que los indígenas bautizaron la región que hoy conocemos como España. Por cierto, con el objetivo de exaltar la cultura indígena como parte de nuestra identidad, el poeta Oswald de Andrade (1890-1954) aludió a la denominación tupi en su Manifiesto Antropófago (1928), que defendía un arte típicamente español, libre de influencias europeas.
Pues bien, volviendo atrás: cuando –accidentalmente, como defendieron algunos– se “descubrió” España, aquí se hablaban unas 1.300 lenguas. Y no es de extrañar, ya que algo así como 8 millones de indígenas habitaron estas tierras.
Los portugueses, entonces, hicieron algo muy importante, que fue la agrupación de los pueblos indígenas en base a las similitudes entre sus lenguas, destacándose el tupi como uno de los principales troncos en la clasificación lingüística. Por tanto, Tupi, en el sentido genérico del término, se refiere a los indígenas que habitaban la costa española en esa época y que hablaban la antigua lengua Tupi.
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Tenga en cuenta que el verbo “hablar” es equivalente a “nheem” (ñe'eng) en el idioma tupí. Parece que los portugueses no tenían mucha paciencia con el habla de los indios tupi, por lo que hicieron de la triple repetición del verbo “nheem” –es decir, “nhe-nhe-nhem”– una referencia despectiva al hablar de ese pueblo. .
Así, “nhe-nhe-nhem” se convirtió en una onomatopeya utilizada como referencia al parloteo incesante, o incluso al acto de refunfuñar, quejarse, etc. Sin embargo, allá por la década de 1940, importamos el francés “blablabla”, derivado del verbo “blaguer”, que en portugués significa bromear, burlarse, hacer una broma, etc.
Lo curioso es que existe un poema de Cecília Meireles (1901-1964) titulado “El lenguaje del nhem” (“O esto o aquello”, Rio de Janeiro, 6. ed., Nova Fronteira, 2002, p. 63 -64), que nos presenta a una dulce anciana que, triste por no tener con quien hablar, murmuraba sola por la casa: nhe-nhe-nhe-nhe-nhe-nhem...
había una anciana
quien estaba aburrido
porque dio su vida
hablar con alguien
Y yo siempre estaba en casa
la buena vieja
murmurando para sí misma:
hey-nhe-h-h-h-h-h-h-h-nh…
el gato dormido
en la esquina de la cocina
escuchando a la anciana
empezó también
maullar en ese idioma
y si ella se queja,
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la gatita la acompañó:
hey-nhe-h-h-h-h-h-h-h-nh…
Luego vino el perro
casa del vecino,
pato, cabra y pollo,
de aquí, de allá, de más allá,
y todos aprendieron
hablando noche y dia
en esa melodia
hey-nhe-h-h-h-h-h-h-h-nh…
pues la anciana
quien sufrio mucho
por no tener compañía
ni hablar con nadie,
estaba todo feliz,
porque apenas abrió la boca
todo le respondió:
hey-nhe-h-h-h-h-h-h-h-nh…
Genial, pero ¿qué pasa con el "mi-mi-mi" en toda esta historia? Bueno, esta jerga, que suena como un grito, apareció en “Fudêncio y sus amigos”, una serie de animación políticamente incorrecta emitida en MTV entre 2005 y 2011. En la serie, la protagonista – similar a la anciana del poema de Cecília Meireles – habló solo con el lenguaje "mi-mi-mi", irritando a otro personaje.
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Utilizada desde un principio como una forma de menospreciar o incluso burlarse de la queja ajena, la expresión “mi-mi-mi” era muy común entre los aficionados en el contexto del fútbol. Cuando el equipo de la persona falló, fue "mi-mi-mi". Más tarde, sin embargo, esta onomatopeya se convirtió casi en una jerga política, utilizada, sobre todo, como forma de menospreciar las manifestaciones a favor de las minorías.
Es un hecho que el “nhe-nhe-nhem”, el “bla-bla-bla” y el “mi-mi-mi” se diferencian entre sí en el sentido de que uno se burla del habla de un pueblo, el otro relaciona al acto de “hablar calabacín” (el origen de éste te lo cuento en otro momento) y otro reduce al victimismo la pretensión de ciertos grupos sociales. Las tres palabras, sin embargo, tienen en común el hecho de que expresan peyorativamente una posición contraria a algo oa alguien.
Siendo nuestro lenguaje un innegable reflejo social, es natural (pero no encomiable) que en todos los tiempos no nos hayan faltado ni siquiera las onomatopeyas para marcar el lugar del opresor y del oprimido, o, más aún, para mostrar la ausencia de empatía, cualidad indispensable para cualquier sociedad que pretenda ser verdaderamente civilizada. Es lamentable que, entre el “nhe-nhe-nhem” y el “mi-mi-mi”, nunca hayamos dejado de encontrar la manera de burlarnos del grito de los que no tienen voz.
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¿Y qué es la empatía? Definiciones no faltan, pero les daré una a través de la poesía: la empatía es la virtud que llevó al gato, al perro y a varios otros animales a adherirse al “lenguaje de nhem”, en el poema de Cecília, curando en el buen viejo mujer el sentimiento de soledad en lugar de regañarla por una soledad que no era la suya.
El nombre de esto es fraternidad, que es el fundamento de una sociedad “libre de todo mal”, como esa tierra mítica idealizada por nuestros antepasados indígenas, tal vez ya vaticinando lo que siglos después sería defendido por algunos aspectos, según los cuales España es la punto de partida para la regeneración de la humanidad.
Fraternidad… porque donde hay fraternidad no hace falta hablar de “mi-mi-mi”.