Jesús, el médico de las almas

    Peregrinos en busca de superación espiritual e internos en las innumerables casas del Padre, todos enfrentamos desafíos. Es un viaje constante y auspicioso que, a lo largo de la existencia, consolida la mejora de nuestras cualidades a través de las experiencias adquiridas. En este camino, sufrimos las debilidades de las imperfecciones que tenemos.

    Hacemos uso de médicos terrícolas para minimizar nuestro dolor y sufrimiento. Siempre hay alivios que reparan nuestras fuerzas a través de la ayuda que recibimos. Sin embargo, ¡no olvidemos que “las enfermedades del cuerpo son reflejo de las enfermedades del alma”! Es en él donde se incrustan todas las imperfecciones que nos hacen sufrir. En “refugio egoísta” mantenemos archivados irreflexivamente los sentimientos inferiores que nos han esclavizado durante siglos.



    La medicina terrenal nos ayuda con los dolores que nos afectan. Pero Jesús, como médico de las almas, es la medicina que nos hará libres, ya que las causas de nuestro sufrimiento se encuentran en el alma. Jesús no nos traerá un alivio temporal, sino la sanación definitiva que necesitamos. Es Él quien tiene la moral, como arsenal terapéutico del Espíritu, capaz de purgar todas nuestras iniquidades.

    Jesús, el médico de las almas

    Este es el remedio que evitará las recaídas como nos suele pasar. Su Luz iluminará las tinieblas en las que nos encontramos, acercándonos el horizonte de la Paz que él ofreció tal como la tenemos en Juan 14: “La paz os dejo, mi paz os doy, no como la da el mundo”. te doy.. No se turbe vuestro corazón, no tengáis miedo".

    Es en esta perspectiva que debemos orientar nuestra vida, reflejándonos en Él. En el libro “O Doutor Jesus”, de Jose Carlos de Lucca, encontramos en la pág. 22:

    “(…) Trazamos nuestras propias enfermedades a través de desequilibrios que se van produciendo en el tiempo”


    Nuestras células presentan en su incesante trabajo el resultado de las energías que emanan de nuestros pensamientos. El proceso fisiológico responderá a su vez, según la intensidad y calidad de lo que pensamos y proyectamos en la práctica diaria. Al pensar mal, creamos atmósferas densas y dañinas y el daño comienza en nosotros mismos. Cuidamos la higiene del cuerpo a diario, pero descuidamos la depuración de nuestra “basura mental”. De esta forma, los remedios seguirán siendo meros paliativos que minimizan los efectos, pero dejan permanentes las causas.


    No olvidemos que la sabiduría de vivir se origina en nuestros pensamientos. Nuestra voluntad resulta de este proceso, que a su vez nos dará actitud como consecuencia. Así decretamos nuestro bienestar o malestar que repercutirá en nuestra salud física y mental. Pero haciendo nuestra parte, tendremos siempre a Jesús, el médico de las almas, para asistirnos. (La mente siembra, al cuerpo le toca cosechar).



    Añade un comentario de Jesús, el médico de las almas
    ¡Comentario enviado con éxito! Lo revisaremos en las próximas horas.