aferrado a la bóveda

    aferrado a la bóveda

    Es normal, cuando estamos afectados por cualquier tipo de enfermedad o en cualquier momento en que se puede dar la muerte, acudir a Dios, y de ahí en adelante estamos en manos de los médicos.


    Estamos muy apegados a la materia; a los bienes materiales, a la propiedad, por lo que no podemos soportar pensar en dejar que todo lo que acumulamos durante nuestra vida acabe en manos de otras personas, aunque sean nuestros familiares.

    En una de las actividades mediúmnicas en las que participamos, un espíritu que había desencarnado y que tenía muchos bienes se acercó a aclarar. Guardaba, en una de las bóvedas de una de las fincas que poseía, una considerable suma de oro.



    El espíritu, aunque ya no pertenecía a esta vida, se quedó aferrado a la caja fuerte, tratando de abrirla, y se negó a seguir el camino en la espiritualidad, acompañando a los benefactores espirituales, situación de difícil solución, ya que los desencarnados creían aún estar en el cuerpo físico, sintiendo como si estuvieras soñando.

    Son comunes situaciones como esta después del fallecimiento, porque lamentablemente estamos preparados para vivir y olvidamos que tenemos fecha de vencimiento. Siempre tomamos como parámetro nuestro tiempo aquí en la Tierra por la edad de los ancianos, pensando que duraremos mucho tiempo, pero durante la mayor parte de nuestras vidas no nos preocupamos por las religiones y la preparación para el último momento.

    La mayoría de las creencias no abordan la vida más allá de la tumba, informando a los seguidores que todo termina con la muerte y que entrarán en un sueño profundo de descanso y solo despertarán el día en que llegue el llamado día del juicio final.

    Es evidente que si no hablamos y nos educamos sobre lo que sucederá después de la muerte física, entonces tendremos dificultad para enfrentar nuestra realidad cuando lleguemos al mundo espiritual. No es porque no creamos o no sepamos que ciertas realidades no existen.


    El apego a los bienes, centralizándolos o teniendo la costumbre de acumular cada vez más, muestra poca evolución espiritual y también ambición, ya que nada se puede quitar.

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    Pero esta es una costumbre bienal, pues los faraones ya tenían esta peculiaridad e incluso eran enterrados con gran cantidad de oro y plata, pues creían que en el lugar a donde iban podían disfrutar de los bienes.


    Cualquiera que se apegue de esta manera, ciertamente sufrirá cuando pase al otro plano y se comportará como el hombre rico que permaneció años y años aferrado a la caja fuerte.



    Vivamos la vida al máximo, sin acumulaciones que nos puedan causar “dolor de cabeza” en el más allá.

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