¿Puedes perdonar?

    Es muy común, en el día a día del consultorio, escuchar a mis pacientes hablar de diferentes historias de traición: entre parejas, amigos, en el trabajo y en la familia.

    Llama la atención la escucha de intentos de perdonar a quien cometió la falta, sin embargo, luego del perdón, el sujeto casi siempre regresa de alguna otra forma en el presente, ya sea a través de respuestas inflamadas por parte de la persona que se sintió perjudicada o a través de conductas dirigidas a otros personas que no tienen nada que ver con lo que pasó.



    La focalización de estos comportamientos en personas que no tuvieron parte en el evento traumático ocurre debido a un fenómeno conocido como proyección. Por ejemplo, supongamos que te sientes traicionado por tu mejor amigo cuando te enteras de que este planeaba ocupar el puesto que ocupas en la empresa en la que trabajan juntos. Supongamos que el intento fue exitoso y que en realidad perdió su puesto y fue despedido de la empresa para que su amigo se hiciera cargo. Hoy, cuando reconoces (inconscientemente) a personas que se comportan de la misma manera que el “amigo” del pasado o que tienen rasgos físicos similares, puedes actuar con bastante antipatía o reserva hacia esa persona que hasta ahora no te ha hecho nada. De esta forma, se proyectó la figura del “amigo” en esta segunda persona.

    Si otra persona le pregunta sobre los motivos de tal disgusto, probablemente será difícil reconocer algo concreto, de ahí la justificación estándar: mi santo no coincidía con el suyo.

    Este recuerdo difícil, que insiste en volver, pone en evidencia cuán común es que las personas confundan la diferencia entre perdonar y olvidar.

    Uno de los primeros consejos que escuchamos de personas que no logran captar la dimensión del sufrimiento de quienes han sido traicionados es decir: “Olvídalo” o “supéralo”.



    A menudo sucede que muchos usan el olvido como una herramienta de afrontamiento, pero, de hecho, solo significa un intento muy superficial de no pensar más en el hecho y no sufrirlo.

    Perdonar es algo diferente. Se diferencia del simple acto de no pensar en una situación traumática. Significa, por el contrario, que hubo mucha reflexión sobre lo sucedido, hubo expresión psíquica y elaboración sobre el hecho, posibilitando así el perdón, ese afecto que demuestra la aceptación del fracaso cometido por el otro. Para que este perdón sea posible, es fundamental que la persona que se sintió perjudicada pueda hablar abiertamente al respecto y que todas las dudas y lagunas del relato se llenen con información honesta.

    ¿Puedes perdonar?
    Gus Moretta / Unsplash

    A pesar de ser un proceso considerablemente doloroso, sólo él puede hacer posible el perdón mismo.

    El perdón puede ocurrir a partir de la verificación de los hechos motivadores y de la aceptación real de la personalidad y conducta de quien cometió la falta.

    La percepción de esta realidad hace inviable la fantasía y la continuidad de las idealizaciones creadas sobre esta persona, pero es al final de este análisis cuando puede entenderse si el perdón y la continuidad de la relación previamente establecida serán o no viables.

    Puede haber muchas razones que lleven a una persona a perdonar genuinamente: la comprensión de que la parte equivocada no lo hizo con malas intenciones; la concepción de que el error ocurrió sin que el errante fuera plenamente consciente; la creencia de que no ocurrirán nuevos acontecimientos, entre otros.

    Estamos hablando de un proceso que tiene como requisito previo una buena dosis de valentía por ambas partes. Por parte de quien se sintió perjudicado, será necesaria la disposición psicológica para hablar y escuchar la verdad sobre los hechos. En cuanto al descarriado, se requerirá el coraje de asumir sus deudas y la realidad de sus actitudes.



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    No es razón para avergonzarse de asumir la incapacidad actual para practicar el perdón. Tampoco es motivo para ponerse en una posición de inferioridad por no poder tener la fuerza psíquica para afrontar la “exhumación” de los hechos. La psicoterapia, en estos casos, puede ayudar con el fortalecimiento emocional, proporcionando una comprensión del funcionamiento subjetivo, permitiendo tomar decisiones difíciles pero necesarias.



    Vale la pena recordar que este asunto debe ser enfrentado de manera real, con cierto cuidado en relación con conceptos que están más allá de la razón, para que no se corra el riesgo de anticipar erróneamente la realización de un perdón irreal.

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